Las ricas, las famosas y las sampetrinas - parte I
Ideas acerca de la relevancia de las influencers regias y su relación con el estereotipo de "sampetrina", los orígenes del mitote de San Pedro, la violencia en MTY y mucho, mucho más...
El peso de las influencers regias en las redes sociales (especialmente entre los más jóvenes y en las redes más novedosas) puede explicarse principalmente, yo creo que por cuatro factores:
Diferencias económicas: Nuevo León tiene un salario base arriba del promedio, y concentra el segundo porcentaje más elevado de personas consideradas de clase alta después de la CDMX. Ante mayor poder adquisitivo, más capacidad de participar en distintas tendencias, eventos, crecer mediante colaboración con marcas, etc.
Diferencias de infraestructura: Un porcentaje más alto de la población del estado (86%) tiene acceso a internet comparado con el promedio nacional (70%). Me parece que la mayor conectividad podría aumentar la posibilidad de ser “early adopters” de distintas tecnologías, así como facilitar que sus publicaciones circulen ampliamente dentro de la región y eventualmente, lleguen a tener eco en el país.
Diferencias demográficas: La “Sultana” del Norte, sigue siendo la capital empresarial y educativa de la región norestense, por lo que atrae parte del capital cultural y social de Coahuila, Tamaulipas y San Luis, así como de otros estados del Norte. El grupo de 10 empresas líder (G10), el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Autónoma de Nuevo León, son algunos de los espacios que concentran más foráneos. Éstos también promueven una cultura local que inevitablemente, acaba siendo tema para as familias y los amigos de quienes regresan a sus estados.
Diferencias físicas: Las mujeres regias y en particular las influencers más famosas, son mujeres de tez más clara que el promedio mexicano, muchas se han teñido güeras, viajan a Estados Unidos y se comunican al menos en parte, en inglés. Otras simplemente, son mitad gringas o de ascendencia europea y no hay necesidad de teñirse nada.
Aún así, me parece que vale la pena explorar un poco de la historia del estereotipo sampetrino y su relación con las Influencers, con su éxito y su historia.
Influencers in the City
Una mañana acabé frente al City Market de Gómez Morín (el único, pero se dice así, como nombre de casada) y pensé que aprovecharía tener la tienda para mí sola, dada la hora. La tienda es similar a sus otras sucursales en el país, quizás está un poco más linda que algunas, más detallada, con acabados elaborados en el techo y cúpulas de vidrio de colores, una imitación muy cuquis de lámparas Tiffany sobre las áreas de frutas y verduras, refrigeradores con manijas más ergonómicas, ollas Le Creuset, muchos productos importados… lo normal. La verdad, yo voy cuando extraño a mi papá. A él le divierte ir, probar tapitas, tomar un vinito, escoger quesos; a mi me gusta verlo ser feliz. Sé que es mejor el H-E-B, pero no hay nostalgia alguna que yo asocie aún con el señor Butt.
Antes de dar vuelta en el pasillo de congelados, escucho algo que nunca me había tocado: “Goo-ooo-ooooood morning!” un inglés perfecto emana de una voz brillante, que rápido cambia a español y cómo por arte de magia, es de un tono más grave, “oigan, estoy aquí en el City Market bien temprano porque algunas de ustedes desde el otro día me habían preguntado..:” y la congelada soy yo. Mejor me doy la vuelta, qué pena interrumpirle su toma.
Rápidamente, caí en cuenta que ver a influencers in the wild es relativamente común aquí, que a cientos o miles de ellas les va re bien, que algunas son empresarias self-made con bonafides de celebridad. Muchas son millonarias, jóvenes, guapísimas.
Y podrán ser todo eso, pero no son sampetrinas.
O al menos, muy pocas de las más famosas realmente lo son, quizás las sampetrinas de abolengo caen más dentro de las categorías de nano influencers (1,000 a 10,000 seguidores) o micro (de máximo 100,000) si es que eso. La mayoría de las neoleonesas con cientos de miles o millones de seguidores son originarias de otros municipios de la Zona Metropolitana, mayoritariamente Monterrey, San Nicolás y Santa Catarina. O de otros estados, otros rumbos del país. Sus esposos muchas veces son un misterio y de los conocidos, varios también son de fuera.
Muy pocas de las más famosas, realmente son de San Pedro o si quiera viven aquí, pero todas, sin pierde, lo visitan para grabar. He ahí donde nace mucha confusión. Es garantía que sus parques, malls, tiendas, restaurantes, bares, antros, fiestas, salones de eventos, escuelas, clubes, clases, iglesias y hasta hospitales… se verán fotogénicos, estarán al día con lo aesthetic, serán merecedores de LIKES y comentarios por la docena, “(corazón)(flama)Preciosa amiga(diablito)(corona)”.
Me queda claro que eso representa una porción importante del contenido de SPGG que se consume en otros municipios y estados - un tipo de amalgama de edificios vistosos, mujeres bonitas, gastronomía mundial, modernidad, dinero, golf, botellas, hombres en autos de lujo, marcas, marcas, marcas, marcas. Estereotipos de riqueza genérica, reproducidos por personas que no necesariamente serían reconocidos por los sampetrinos como parte de su comunidad. Personas que no son de aquí y son ajenas a las dinámicas sociales que repercuten con serias consecuencias en lo económico, lo político y empresarial.
A las influencers realmente sampetrinas, las puedes contar con una mano. De ellas, me genera curiosidad cómo logran caminar el campo minado entre los mundos que habitan. Por un lado, aquel San Pedro con el que crecieron sus padres: más aterrizado, conservador, hermético, tradicional - que nada gusta de estos delirios de grandeza. Y por otro, éste al que se han sumado, que con su mera presencia y apellidos han legitimado: un San Pedro más liviano, más abierto, más público, más superficial.
No todo es bueno, ni todo es malo. Como siempre, depende a quién le preguntes.
Yo creo que puedes identificar a quienes vienen a San Pedro a vivir algo diferente, por una cacofonía visual y un asalto auditivo. Nunca hay una mesa más gritona que la de hombres foráneos que vienen a probarse “algo” a sí mismos o a quienes les rodean. Pueden llevar en Nuevo León 10 minutos o 100 años, pero hoy, en San Pedro siguen sintiendo la necesidad de ese “algo”. Nunca me ha quedado claro exactamente qué. Pero lo ves en todo su lenguaje corporal, lo oyes en sus voces. Dentro de ellos hay un gran odio por este lugar, que baila un sangoloteadito sudado, pecho a pecho con un gran anhelo.
No los culpo y algunos días me identifico.
Tapizada de vasos, su mesa se desborda con la llegada de más órdenes con extras de trufa y foie y caviar y uni y si hay oro del comestible, échele también. Varios platos de comida pellizcada quedan inertes en el centro; ahora son receptáculos de saliva que como rocío primaveral, se esparce sobre el paisaje a lo largo de toda la plática. Los sofisticados ingredientes, el cuidadoso plateo, pasan desapercibidos. Los meseros no se molestan en recoger nada, porque conocen a sus clientes; está mesa solo pide no pasar sed, lo demás es puro show.
Las mujeres son menos ruidosas en lo auditivo, pero no en lo visual.
(AQUÍ TERMINA LA PARTE PARA SUSCRIPTORES GRATUITOS, PERO SIGUE POR VARIAS PÁGINAS PARA SUSCRIPTORES DE PAGA)